"Bienvenidos"


Los errores tienen casi siempre un carácter sagrado. Nunca intentéis corregirlos.
Al contrario: lo que procede es racionalizarlos, compenetrarse con aquellos integralmente. Después, os será posible subliminarlos.
(Salvador Dali)

domingo, 24 de febrero de 2013

Que es la teología de la liberación




¿Que es la teología de la liberación?

La Teología de la Liberación es una corriente teológica que nació en el seno de la Iglesia católica en Latinoamérica tras el Concilio Vaticano II y la Conferencia de Medellín (Colombia, 1968). Sus representantes más destacados son los sacerdotes Gustavo Gutiérrez Merino (peruano), quien en 1973 editaría el primer libro sobre el tema Historia, política y salvación de una teología de liberación, Leonardo Boff (brasileño), Camilo Torres Restrepo (colombiano) y Manuel Pérez Martínez (español). La Teología de la Liberación intenta responder a la cuestión de cómo ser cristiano en un continente oprimido, y a preguntas como "¿Cómo conseguir que la fe no sea alienante sino liberadora?"

La teología de la liberación posee fundamentalmente una mística cuyo conocimiento y aceptación es ineludible para la asimilación y adhesión honesta para con dicha propuesta tan controversial. Esta misticva básicamente consiste en el encuentro con el Señor en el rostro del pobre, del marginado y explotado. Esta mística se presenta como el rasgo espiritual del cual ninguna teología, si se dice tal, puede prescindir.

La teología de la liberación entonces parte de la realidad miserable y trágica de nuestra Latinoamérica, realidad que no puede ser ignorada, quien le ignore no está preparado para esta propuesta teológica, a ellos les llenarían las teologías centralizadas  y amantes de las abstracciones.
La experiencia de dicha propuesta puede abordarse en dos niveles, uno sensible y otro analítico. El primero que a su vez aborda el aspecto sacramental, el segundo que trabaja sobre las estructuras subyacentes a los signos (sacramentos).

Dentro del nivel sensible, se encuentra la articulación sacramental que a su vez se divide en: sentir, protestar y hacer. Sentir la miseria en las distintas realidades que aquejan a la sociedad, las escandalosas divisiones entre ricos y pobres y la dolorosa ambigüedad cuando se descubren cristianos tanto unos como otros. Se protesta ante la indignación que la realidad manifiesta y que ha de ser orientada por nuestra fe, para actual conforme a ella. No de manera asistencialista o paternalista, sino verdaderamente transformando lo que tanto se critica. Por ello esta propuesta sugiere que la presencia de la iglesia en la sociedad no se puede quedar en las prácticas religiosas (devociones, culto, liturgia) sino que también ha de estar presente en las prácticas éticas sociales y cualquier realidad donde se observe la promoción del hombre.
Esto es exigido por la misma fe, en tanto que hombre y amor son realidades y no meros conceptos, lo cual sugiere la práctica. Aquí entramos al nivel analítico mediante la articulación socio-analítica que trata de conocer críticamente los mecanismos que originan la miseria que no es inocente ni espontanea (nro.30 del documento de  puebla).

Es el interés principal de la teología de la liberación el crear una acción de parte de la iglesia que ayude efectivamente a los pobres y todo dirigido según la práctica del amor.
Para alcanzar una ayuda practica real y no ilusoria, que realmente penetre y libere de los sistemas de opresión, que sea realmente un amor eficaz. Para eso hay que conocer mejor la realidad de los mecanismos productores de pobreza. Para esto la teología de la liberación habla de tres mediaciones; la socio-analítica, la hermenéutica y la practico-pastoral.
Estas mediaciones son instrumentos para ayudar a mejorar la percepción de nuestra realidad y superar el ingenuismo, el empirismo y el moralismo que vician el conocimiento crítico. No se podrá modificar la realidad que nos aqueja si no se conoce, interpreta y actuar correctamente. La manera es el ya conocido método, ver, juzgar y actuar.

Captar críticamente la realidad para poder obrar eficazmente según nuestra fe. Se señalan aquí tres niveles de conciencia de la realidad a los cuales corresponde tres acciones.

Empirismo: hechos > conciencia ingenua > asistencialismo
Funcionalismo: Coyuntura > conciencia crítica > reformismo
Estructuralismo dialéctico > estructura > conciencia crítica radical > liberación.

Ahora bien, tanto el empirismo como el funcionalismo responden solo de modo parcial a los problemas que sin embargo identifican. El empirismo ve los sucesos desgarradores, sin embargo no trasciende, no va a las causas profundas y desde aquí intenta resolverles, no sin buena voluntad y logros, pero ingenua y asistencialista. El funcionalismo ve ya los eventos en relación, formando una coyuntura. Concibe la sociedad como cuerpo, y si hay disfunciones en una parte del cuerpo, habrá de solucionarse, cada cual viendo por su propia función. El estado administra, la iglesia reza, el trabajador trabaja etc. Sin embargo la verdadera cuestión queda descartada.

¿Por qué, si la economía de un país avanza gratificante, esto no implica necesariamente que desaparezca el abismo entre ricos y pobres, que se avance ética y moralmente o que se alcance la felicidad a la que de hecho tiende o debería buscar el estado? Entonces ¿Para quién es entonces el desarrollo? Esta relación está en estrecha relación con el capitalismo, el desarrollismo y progresismo se opone a la justicia y la participación.
Por otra parte. El estructuralismo-dialectico no solo ve las coyunturas. Profundiza en el análisis para descubrir  las organizaciones de nuestros sistemas como sugiere la Populorum Progressio en su número 26.
Le llamamos estructuralismo porque analiza los sistemas subyacentes. Decimos que es dialecticos por la difícil interacción entre los que tienen el capital y los poseedores de la fuerza de trabajo. Y la conciencia que capta estas realidades se llama crítica radical, no por estar polarizada sino por ir a lo profundo. Esta conciencia no busca una reforma del sistema, lo cual sería solo curar la herida sino que ve el foco que engendra la enfermedad.

El ideario cristiano no puede ni debe consumirse por completo en una práctica política, sería una reducción, es cierto,  pero la fe cristiana  ha de ayudar al creyente - en cuanto todo lo anterior es a el a quien afecta – a optar y escoger aquel instrumento de análisis y forma de vivir la fe a la luz del cual mejor revele los mecanismos socio-políticos, culturales e incluso religiosos que generan la injusticia y la violencia.

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