El querer humano en
general
El querer se define como una inclinación una tendencia. La tendencia es
una actividad natural que tiene un fin; la palabra tendencia puede entenderse
en dos sentidos: ya sea como noción o como capacidad activa de la cual nace la
acción. En el primer sentido tenemos el ejercicio de tender; en el segundo
sentido, la facultad de la cual proviene el ejercicio.
Tendencias sensibles
Tendencia:
Los seres provistos de conocimiento, además de una tendencia natural
poseen inclinaciones y apetitos que surge de los objetos conocidos. Esta
inclinación se le llama tendencia sensible.
Clasificación de las
tendencias sensibles:
Clasificaciones generales (innatas y adquiridas)
Las tendencias innatas suponen los (instintos). Innata es la tendencia
que surge espontáneamente de la naturaleza del ser y, por tanto, no ha sido
aprehendida por el individuo que la posee. Mientras que las tendencias adquiridas
dependen del ejercicio o de la educación, es decir supone (los hábitos). La
tendencia adquirida es aquella que permite de adiestramiento, ejercicio o
educación.
A su vez otra clasificación seria en los
dos grandes grupos: el apetito concupiscible y el apetito irascible.
El apetito concupiscible habla de la tendencia del sujeto hacia un bien
(se busca) o un rechazo a al contrario (se huye). Se llama apetito irascible a
aquel en el que el sujeto tiende hacia el bien difícil (lucha) o una agresión
al mal difícil (resistencia) en el apetito irascible el amor por ejemplo se
convierte en lucha contra el obstáculo, y la huida en resistencia. El irascible
está ordenado al concupiscible porque la lucha sólo tiene sentido si se hace
con el fin de poseer el bien que es el fin único y común de las tendencias.
Voluntad humana
El hombre posee un apetito sensible y también un conocimiento
intelectual que llamamos voluntad, la cual es una facultad o capacidad de
producir actos; estos actos son llamados: querer, acto volitivo, volición, etc.
con la actividad intelectual el hombre conoce la realidad y persigue el bien y
los valores, pero no puede poseerlos en este nivel en el cual el hombre es sólo
como un espectador. Por eso requieren una tendencia real hacia el objeto
conocido para pasar a ser ya no sólo espectador sino también actor. La volición
tiene hacia un objeto de no sólo con el fin de representarlo, sino de abrazarlo
y poseer. El objeto de la voluntad es siempre el bien conocido y, por tanto,
nada se quiere sino de antes conocido.
Proceso de la
volición
Proceso de la volición no deliberada.
Consta de tres fases; 1) un conocimiento intelectual que atrae o repele
a la voluntad; 2) la tendencia interna de la voluntad que se dirige al objeto o
lo rechaza; 3) la ejecución de una actividad interior como exterior.
El proceso anterior es interiormente simple, pero en la vida cotidiana
de los hombres el proceso se complica, porque hay acciones en las cuales se da
la deliberación de los motivos. Este proceso de volición deliberada consta
también de tres fases: 1) la deliberación, que termina el juicio práctico que
es una valoración de los pros y los contras; 2) la elección; 3) la ejecución de
cuanto se ha decidido. La deliberación es la fase de exploración del objeto que
se va a elegir; la elección sigue
después del juicio práctico y del resultado de un diálogo entre la inteligencia
y la voluntad.
Libertad y amor
El significado de la libertad aparece con mayor claridad en la relación
con el amor. El acto supremo de la libertad es el amor, y no se puede hablar de
auténtico amor si éste no es libre. De hecho, no hay amor sin libertad. El
hombre no puede realizarse plenamente si no es en el don y la comunión,
asimismo quien habla se encuentra frente a los demás en una postura de
donación, y por eso respecto a ellos se encuentra en un estado de profunda
libertad. No se puede amar sin ser uno mismo y sin elegir al otro, del mismo
modo que el bien para uno mismo y para el otro es promover la libertad.
Espiritualidad de la
voluntad
Aceptado que la voluntad es el apetito intelectual, y
que lo que yo hacía lo cual tiende (el bien) es espiritual porque es conocido
por la inteligencia, debemos concluir que el alto de querer y la facultad de la
cual proviene son también espirituales. Así pues, la voluntad, dado que es
espiritual, es capaz de reflexión completa: es capaz de querer querer y de amar
amar.
Fuentes
1) Ramón Lucas Lucas, EL HOMBRE ESPIRITU ENCARNADO,
compendio de filosofía del hombre, EDICIONES SIGUEME, 2da edición, Salamanca,
1999.
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